Tradicionalmente, la publicidad se ha entendido como una interrupción en la vida de las personas, que irrumpía en su salón, en su periódico, en su coche o en la calle, sin haber sido invitada.

Pero entonces llegó internet, y la premisa cambió de forma radical, al menos en teoría: la publicidad ya no interrumpiría, sino que el público iría a su encuentro, recuperando su libre albedrío. ¿Así ha sucedido?

Dos publicitarios decidieron hacer de esta pregunta el eje central de una serie de conversaciones que se desarrollaron entre octubre de 2019 y mayo de 2020. El primero, Toni Segarra, hijo de la publicidad tradicional, en la que mandaba el imperio absoluto del spot TV. El segundo, Edu Pou, de la generación siguiente, es nativo digital e inició su carrera con el auge de internet. El primero siempre trabajó en España, el segundo no paró de cambiar de país de residencia. El primero vive actualmente en Barcelona, el segundo en Tasmania.

A lo largo de siete meses se sentaron regularmente frente a la pantalla de Zoom, con diez horas de diferencia horaria, para contrastar opiniones en un duelo dialéctico sin guion previo.

Centrada en el mundo de las marcas, de la comunicación y de las audiencias, su conversación repentinamente sale de su lecho natural para adentrarse en territorios tan diversos como el arte, la gastronomía, la arquitectura, el fútbol, la política, el cine, la religión o la filosofía. Buscando siempre en qué medida la interrupción actúa como un factor determinante de la existencia humana. ¿A qué se parecería un mundo sin interrupciones? ¿No sería en realidad la interrupción un mecanismo esencial de supervivencia del ser humano?